Parir un hijo, no hace a una madre
Tengo dos hermanitos, mi hermanita es un poco más grande que yo y mi hermano es mayor que ambos –él ya habla-, los tres jugamos juntos casi siempre.
Nos gusta estar en el patio mientras la mamá está cerca, en la cocina o el comedor. Siempre está atenta, porque apenas nos ponemos a pelear o a llorar ella nos grita desde adentro que nos callemos, que la tenemos chata, y que la cortemos con el pataleo.
Nosotros a veces peleamos porque mi hermano nos quita los juguetes, o se enoja porque no le hacemos caso en lo que él quiere. Él también es gritón, nos asusta gritándonos en la cara igual que la mamá, y nos hace llorar. A mi me gusta hacer las cosas que él hace, pero después él deja de hacerlas y me acusa a la mamá, eso me da miedo y me pongo a llorar porque ya sé que ella viene para retarme y pegarme. Por eso me gusta jugar con mi hermana, entre los dos nos entendemos mejor.
A mi me gustaría poder hablar igual que mi hermano para que la mamá me entendiera y poder decirle tantas cosas que siento. Decirle que la quiero mucho y que extraño tanto que me abrace y me bese y me diga cosas con esa voz dulce que pone cuando a veces lo hace si está mi papá. Quisiera pedirle perdón por todo lo que la hago rabiar y gritar, decirle que lamento romper las cosas, ensuciarme, o no hacer algo que ella quería, que no quise caerme o botar la comida, porque soy chico y no le entiendo bien. Siempre trato de hacerlo mejor, porque no me gusta hacerla rabiar, pero siempre me grita a mí y a mi hermana.
Quizás si supiera cuánto me duele cuando me pega, si pudiera decirle… no me pegaría tanto. Pero más me duele cuando me grita, cuando me dice que no nos soporta y nos grita palabras feas y lo único que quiere es que nos callemos para que la dejemos tranquila. Si tan sólo entendiera por qué se enojó, no lo haría más, porque sólo quiero que me abrace, sólo quiero hacerla feliz y hacer que me quiera.
-Angelito, ¿podrías decirle a mi mamá?. Parece que ella no lo sabe…
Y ahí quedó este chiquito durmiendo, observado por la mirada aguada de su angelito de la guarda. Llora en silencio la inocencia, que es escudo y espada a la vez. Él es testigo de los días y sabe del tormento sin razón, de la mala vida. Quisiera darle sólo días de luces de colores, de algodones de azúcar, de enseñanzas y de palabras cariñosas, de sonrisas en la boca y salidas a pasear… pero es sólo voz ahogada, impotencia y lágrimas.
Y si pudiera, si pudiera…
Nos gusta estar en el patio mientras la mamá está cerca, en la cocina o el comedor. Siempre está atenta, porque apenas nos ponemos a pelear o a llorar ella nos grita desde adentro que nos callemos, que la tenemos chata, y que la cortemos con el pataleo.
Nosotros a veces peleamos porque mi hermano nos quita los juguetes, o se enoja porque no le hacemos caso en lo que él quiere. Él también es gritón, nos asusta gritándonos en la cara igual que la mamá, y nos hace llorar. A mi me gusta hacer las cosas que él hace, pero después él deja de hacerlas y me acusa a la mamá, eso me da miedo y me pongo a llorar porque ya sé que ella viene para retarme y pegarme. Por eso me gusta jugar con mi hermana, entre los dos nos entendemos mejor.
A mi me gustaría poder hablar igual que mi hermano para que la mamá me entendiera y poder decirle tantas cosas que siento. Decirle que la quiero mucho y que extraño tanto que me abrace y me bese y me diga cosas con esa voz dulce que pone cuando a veces lo hace si está mi papá. Quisiera pedirle perdón por todo lo que la hago rabiar y gritar, decirle que lamento romper las cosas, ensuciarme, o no hacer algo que ella quería, que no quise caerme o botar la comida, porque soy chico y no le entiendo bien. Siempre trato de hacerlo mejor, porque no me gusta hacerla rabiar, pero siempre me grita a mí y a mi hermana.
Quizás si supiera cuánto me duele cuando me pega, si pudiera decirle… no me pegaría tanto. Pero más me duele cuando me grita, cuando me dice que no nos soporta y nos grita palabras feas y lo único que quiere es que nos callemos para que la dejemos tranquila. Si tan sólo entendiera por qué se enojó, no lo haría más, porque sólo quiero que me abrace, sólo quiero hacerla feliz y hacer que me quiera.
-Angelito, ¿podrías decirle a mi mamá?. Parece que ella no lo sabe…
Y ahí quedó este chiquito durmiendo, observado por la mirada aguada de su angelito de la guarda. Llora en silencio la inocencia, que es escudo y espada a la vez. Él es testigo de los días y sabe del tormento sin razón, de la mala vida. Quisiera darle sólo días de luces de colores, de algodones de azúcar, de enseñanzas y de palabras cariñosas, de sonrisas en la boca y salidas a pasear… pero es sólo voz ahogada, impotencia y lágrimas.
Y si pudiera, si pudiera…